domingo, 14 de abril de 2013

¡La Tercera la vencida!


Hoy día 14 de abril, día del aniversario de la II República, me parece más que pertinente la publicación de un texto en reivindicación de este modelo de Estado.

Nací el 24 de mayo de 1984 en el marco de la monarquía parlamentaria que aún conservamos en la actualidad. La Transición ya había tenido sus efectos, el 23F ya había sucedido y Felipe González ya era presidente del gobierno. Con ello quiero decir que, como todos los de mi generación, no me une ninguna experiencia ni sentimiento hacia los hechos que comúnmente se declaran justificadores de la presencia de Juan Carlos I en la jefatura del Estado.

Desde pequeños, nos han inculcado, sobre todo cada 6 de diciembre, los valores de la democracia y del marco constitucional en el que nos hayamos insertados. Nunca he podido encuadrar la pertinencia de un Rey en este modelo. Alguna vez he llegado a aceptar la idea de la existencia de una figura simbólica que dé unidad al país. Pero, ¿porqué tiene que ser una persona ajena a todo proceso democrático la que ostente ese cargo?

Su única legitimidad es la de pertenecer a un linaje con una tradición de 300 años. Un linaje repleto de reyes con escasa competencia, como los casos de Fernando VII, Isabel II o Alfonso XIII. Hoy se da la incongruencia de que, mientras nuestra Constitución habla de la igualdad de todos los españoles, mantiene en exclusiva a la familia de Borbón como símbolo. Y eso incluso cuando ni siquiera tienen origen español.

Debemos admitir que la II Restauración borbónica en España (llamada Transición) ha dado cierta estabilidad. Pero su anacronismo de base clama por su destitución en la sociedad  plural del siglo XXI donde nadie debería situarse por encima de otro en base a su sangre, sexo, procedencia, color de piel, o creencia religiosa.

Considero que cualquier persona de buen juicio apoyaría estas palabras. Sin embargo los fantasmas del pasado atemorizan todavía, sobre todo a las generaciones más longevas. Yo lo llamo cobardía. La presencia de un rey en nuestro Estado se me asemeja a la pluma que Dumbo llevaba como amuleto para volar. Dumbo un día la perdió y comprobó que podía volar igualmente. Podía hacerlo incluso mejor, consciente de sus posibilidades, con confianza y alejado de los temores que un día le afligían.

Por otro lado, se suele esgrimir en contra del modelo republicano que las dos experiencias precedentes fueron un fracaso. Sin embargo no debemos olvidar que las Repúblicas fueron constituidas como resultado de los fracasos todavía más estrepitosos de las monarquías que les precedieron y su fin estuvo marcado por un ataque a las mismas mediante el uso de la fuerza de modo antidemocrático.

En la actualidad asistimos a una gran crisis institucional que afecta tanto a la Casa Real como a la clase política. No es momento de mirar hacia otro lado y esperar a que se maquille el entuerto. Debemos exigir una ruptura con lo establecido y la refundación de nuestro modelo de Estado para todos seamos verdaderamente iguales en oportunidades y ante la ley. Para mi ese ideal sin ninguna duda es una República democrática. 

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