jueves, 3 de enero de 2013

De fines del mundo

El pasado 21 de diciembre sobrevivimos a un nuevo fin del mundo. El enésimo que la humanidad sobreviene.  Es impresionante comprobar que tras tanto revuelo causado en la espera de su llegada, todo acabe en la nada, y el olvido convierta en indiferencia colectiva lo que el día anterior producía incertidumbre y temor.

El caso de los mayas es si cabe más singular que otros. Y eso que tenemos un reciente precedente, el del año 2000, que creía que el cambio de dígitos en la fecha iba a crear el caos en todos nuestros aparatos eléctricos, como si el día, la hora o el año tuviera interferencia alguna en su funcionamiento.

Siempre los cambios de siglo han producido pavor, y si es de milenio, más todavía. Pero deberíamos tener presente que los calendarios son acuerdos fortuitos tomados en cierto momento de la historia para guiarnos en el paso de los días y estaciones. Hoy, todos aceptamos la hegemonía del calendario cristiano sin recordar la existencia de otros, como el musulmán o el chino.

Me parece asombroso que conociendo la diversidad de calendarios hayamos otorgado tanta relevancia al de un pueblo que sacrificaba a gente para que el sol saliera al día siguiente... Como si la sangre humana cambiara el orden de los astros. Tras tantas guerras y muertes perpetradas entre nosotros, el universo debería cambiar constantemente según nuestros caprichos. Sin embargo, parece seguir un ritmo muy regular ajeno a nuestra insignificancia animal...

Y es que a los humanos siempre nos ha gustado establecer relaciones de causa y efecto bastante estrambóticas. Como la de que si te quitas una cana te nacen cinco, olvidando el hecho de que a pesar de quitarse una seguimos envejeciendo de forma constante y sin vuelta atrás. O la de que si te masturbas te salen granos, sin darse cuenta que ambas cosas suelen aparecer en nuestras vidas más o menos a la vez con la explosión hormonal adolescente. O la de que si una embarazada no satisface un capricho, su bebe nacerá con una mancha de la forma del bien que no obtuvo... En fin, como si recordara todos los caprichos de nueve meses de embarazo. La verdad es que los humanos tenemos mucha imaginación, no hay más que ver lo que piensa la gente con el test de las manchas de Rorschach o los nombres que se da a las piedras como en la Ciudad Encantada de Cuenca.

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