miércoles, 3 de julio de 2013

La influencia francesa en el pensamiento musical de Manuel de Falla.


Manuel de Falla es sin duda una figura clave en el desarrollo de la música española en el siglo XX. A través de sus escritos podemos comprender su ideario en torno a la confección de lo que él llamaba “la nueva música”. Dicha nueva música es considerada como ejemplo a seguir para la conformación de una estética para la música española del porvenir. Dentro de esta nueva música destaca sobre todo la figura de Claude Debussy, por quien Falla tenía absoluta devoción. Sitúa al Pelleas debussiano como el rompedor de las cadenas que aprisionaban a la música combinando libertad con equilibrio y tanta perfección como en el periodo clásico.[1] Por otro lado, Falla no será partidario de otros estilos muy influyentes en este periodo. Así reniega del cromatismo wagneriano o la atonalidad de Schoenberg.

Falla busca nuevas formas de ampliación de la tonalidad por medio de la utilización de los diversos modos eclesiasticos, renombrados posteriormente siguiendo la nomenclatura griega.  En “Introducción a la nueva música” se refiere a Mussorgsky como iniciador de estos procesos de restablecimiento de formas melódicas y escalas antiguas en el "gran arte".[2] Posteriormente lista a otros compositores continuadores de estos procesos como Debussy, Stravinsky, Dukas, Satie (“precursor en cierto modo”), Ravel o Bartok. Falla recaba “para Francia el homenaje de gratitud que le debe la nueva música europea”. De Paul Dukas destaca su fantasía sonora y de Ravel su “manera de cincelar el oro y de tallar las piedras preciosas de la música” .[3]

A continuación señala cómo Francia se había convertido en la segunda patria de músicos españoles (Turina, Viñes, él mismo). También destaca cómo críticos franceses como Jean Aubry y Henri Collet fueron firmes defensores de la música española en Francia. Nos parece de gran relevancia esta reciprocidad entre la música gala y la hispana ya que de ella han surgido algunas de las mejores obras del pasado siglo. Algunas de ellas son, para Falla, varias de las páginas para piano de Debussy.

Según Falla, Debussy escribió música española sin pisar la península, únicamente inspirado por lo que pudo escuchar en la exposición universal de París o en los tablaos parisinos y a través de postales de la Alhambra. Debussy evocó el embrujo de Andalucía en Iberia, La puerta del vino, La Sérenade interroumpue y la Soireé dans Grenade. Tres de ellas comparten el ritmo de habanera (que no es sino el tango andaluz), mientras que la restante, la Sérenade, es de ritmo ternario y parece imitar los “giros característicos de la guitarra que preludian o acompañan una copla”[4] Estos comentarios forman parte del artículo “Claude Debussy y España”, publicado en el número de la Revue musicale dedicado a Debussy. Como consecuencia inmediata a dichas piezas, Falla pone de manifiesto la deuda de Iberia de Albéniz para con ellas.


Por esa fecha Falla estrenará su Homage pour le tombeau de Debussy para guitarra con un fantasmagórico ritmo de habanera y que incluye una cita de Soireé dans Grenade. Con esta obra Falla sintetiza su admiración por el compositor que, según su criterio, mejor evocó la esencia española a través de su música.

En otro artículo Falla abordará la música de Maurice Ravel.[5] Falla comparte con Ravel la idealización del trabajo artesano y el abandono de cualquier pretención de trascendencialidad romántica en la música. Destacará de él su portentosa técnica en la orquestación y su sensibilidad melódica. En cuanto a su uso de la música española en su Rapsodia Española, Falla lo revaloriza al compararlo con Korsakov. Ravel no utiliza los documentos folclóricos (salvo en la jota) como aquel, sino que se servirá de un uso libre “de sustancias rítmicas, modal-melódicas y ornamentales de nuestra lírica popular” sin alterar el proceder del autor. Según Falla, Ravel se acerca a España a través del origen español de su madre, sus vivencias y recuerdos. También recurrirá a la habanera en múltiples de sus obras. Este ritmo habría perdurado estereotipado en Francia como símbolo de lo español a pesar de haberse perdido ya en la práctica popular española.

Debemos notar en el pensamiento falliano cierta intransigencia para con posturas contrarias a su forma de ver las cosas. La férrea convicción en sus ideas queda retratada por Ivan Nommick en su artículo sobre el Falla como maestro de composición.[6] Falla afirmaría que se debe respetar a las personas pero no sus ideas. Falla denostará la música de Brahms como inerte en cuanto a innovacion a pesar de no estar falta de evocación. También criticará duramente al wagnerismo por su sectarismo y por su pretención visionaria de ser el futuro de la música. Carol Hess verá en esta beligerancia antigermana una postura política aliadófila durante la I Guerra Mundial. [7] Así su “afrancesamiento” puede ser entendido como una toma de partido por el bando aliado.

Tras el tamiz del tiempo podemos comprobar que Falla tampoco escapó de esa pretención visionara que criticaba en Wagner.  Su postura filo-francesa mostrará la emigración a Francia como la solución a las carencias de la música española y única vía para el futuro de la música en España. Su obra y pensamiento será crucial para muchos compositores de la generación del 27 y su influencia será innegable. Sólo unos pocos seguirán otras posturas estéticas, como la defensa del dodecafonismo llevada a cabo por Roberto Gerhard.

Tras poner de manifiesto la fuerte influencia de la música francesa en Falla, hemos de finalizar este breve artículo con una frase del director Ernest Ansermet que sintetiza lo expuesto: 'Debussy had hardly any immediate descendants except Falla'[8].




[1] Manuel de Falla, Escritos sobre música y músicos. Introducción y notas de Federico Sopeña. (Madrid, Espasa-Calpe, 1988) p.49
[2] Op. Cit. p. 41
[3] Op. Cit. p. 49
[4] Op. Cit. p. 76
[5] “Notas sobre Ravel” en op. cit. p. 150-6.
[6] Nommick, Yvan, “Manuel de Falla y la pedagogía de la composición: el influjo de su enseñanza sobre el grupo de los ocho de Madrid” en Música española entre dos guerras, 1914-1945. Suárez-Pajares ed. Archivo Manuel de Falla 2002.
[7] Hess, Carol.  Manuel de Falla and Modernism in Spain, 1898-1936 / Carol A. Hess-- Chicago ; London : University of Chicago Press, 2001
[8] Ernest Ansermet, Les fondaments de la musique dans le conscience humaine (Neufchâtel : Lagages, 1987) citado por Hess, Carol (2001).

jueves, 9 de mayo de 2013

DÍA FELIZ


           El coche se para delante de la casa, una pequeña casa situada a escasos metros de la costa. Pedro se baja de él y se dirige a la puerta. Antes, mira hacia el mar. Lo ve enorme y tranquilo. Brillante refleja a destellos los rayos del sol. Parece que sonriera. En la orilla observa cómo la marea masajea suavemente la tersa piel bronceada de la playa. Un vaivén continuo y paciente que relaja la mirada. “Qué hermosa estampa” piensa a la vez que suspira. No está sorprendido, estamos en el mes de octubre y es normal que el viento pare por estas fechas. “El Burrero es una playa de invierno”, pensó como siempre, ya que conoce muy bien el lugar.
            Todos los años había bajado a la playa para pasar el verano con su familia. Todos menos los últimos tres, los mismos que lleva casado con Ana. Ahora vive en la ciudad y sólo vuelve al pueblo para ir a casa de sus padres una vez por semana. Pedro se avergüenza de haberse distanciado tanto de su costa. En tres años se ha acercado muy raramente al Burrero, sólo de pasada, sólo para bajarse del coche y notar el golpe del viento en su cuerpo al asomarse a la avenida, mirando al norte. Cómo le gustaba esa sensación de ser empujado por esa potente masa de aire que recorría el litoral con aromas marinos, de sal, de marisco, de algas… Ahora disfrutaba nuevamente de él.
            “No me gusta esa playa, que incómoda es”.  Su mujer no comprendía qué veía en ella. Ella prefería las playas de arena.
El Burrero no es una playa de arena, es un ser de piedra nacida del volcán y basalto que luego fue redondeada al arrullo de las olas. Aunque siempre ha tenido arena en la orilla, una arena rubia y compacta que resplandecía de dorado en la bajamar. Así recibía cómodamente a quien se introdujera en sus aguas. 
Todavía es pronto y no entra en la casa, los chicos llegarán a eso de las once, así que tiene media hora para pasear y distraerse un poco dejándose llevar por el magnetismo del arrullo de las olas…
Una vez le pusieron arena artificialmente a la playa, miles de toneladas de una arena tosca y oscura, ahogándola de esta manera. La estrangularon asesinando su fluir natural, sus peces, sus pastos. El Burrero no era así, no es una playa turística como las del sur de la isla, no la podían cambiar de la noche a la mañana sin encontrar resistencia. Por eso expulsaba la arena, arrojándola violentamente fuera de la costa con las potentes mareas y la ayuda del céfiro. Su fuerza natural le proporcionó la supervivencia frente a la ignorancia humana. Su voz, volvía a resonar y de nuevo eran visibles los callaos y los charcos a lo largo de la costa.
“Los diques quitarán el viento”. Pedro reía tímidamente al recordar las palabras que dijo algún dirigente municipal al inicio de las obras. “Qué estupidez”. Sin embargo esas construcciones para retener la arena seguían ahí, rígidas apuñalando el mar, una de ellas desde el Roque. Allí seguía inamovible configurando la mejor estampa del Burrero, su más grande símbolo: Utigrande, el roque emergente de las aguas, abruptamente volcánico, que desafía con su punta al horizonte. Ahora soportaba el peso de esa enorme masa de hormigón semi-sumergida.
En ese momento recordó cuantas horas había pasado descalzo, a veces casi escalando, por el rugoso lomo de esa fiera milenaria de piedra. Era como un dinosaurio enorme con una pequeña cueva por boca, donde engullía a sus presas… Presas que no sufrían entre sus fauces, ni eran devoradas, sino que solían armar una gran fiesta cada vez que allí se adentraban, dejando depositado a modo de pienso para la bestia la fregadura y los residuos de su jolgorio… ¿Cuántas veces había sido partícipe de tamaña atrocidad? Era incapaz de recordarlo. Al menos le quedaba el consuelo de haber organizado varias veces aquella especie de “Brigadas anti-basura” armadas con bolsa de plástico y guantes de látex.
Estas brigadas recogían toda la porquería que muchos dejaban: colillas de cigarros, latas de refrescos, paquetes de papas… ¡¡Cáscaras de pipas!! A montones y por todos lados.
Comer pipas es una delicia y un entretenimiento, pero también un recuerdo imborrable de tu paso por un lugar. Gran parte del placer de comer pipas residía en escupir las cáscaras alrededor de donde estás sentado, y cuanto más lejos y con más fuerza lo hicieras, mejor. Sin embargo no tenía ninguna gracia mantener las cáscaras repletas de saliva en la mano o en una bolsa como hacían algunos que normalmente eran vilipendiados por ello. Pedro lo recordaba ahora y se reía: 
“¡Cómo la visión de un niño puede transformar un acto cívico como ése en algo vergonzoso! ¡En fin!”
La peor parte del proceso de limpieza de esas brigadas era cuando se llegaba a la cara oculta de la luna, el peligro en forma de risco y viento. Sólo los más atrevidos subían por las rocas hasta la zona del Roque que daba a la “Mar fea”, apodada así por su bravura y turbulencia. Allí se colocaban algunos pescadores que pasaban horas y horas pescando o matando el tiempo, quizá solamente para huir de la rutina de su casa o quizá para reflexionar a cerca de la vida, convirtiéndose en una suerte de pensadores marinos esculpidos sobre la roca. Se curvaban barbilla en mano adoptando la famosa postura rodiniana mientras esperaban picada a picada que algún pez quedara atrapado en el anzuelo de su caña.
Los pescadores llevaban comida además de carnadas, dígase gambas, caballas cangrejos o erizos. Muchas veces sus sobras quedaban de regalo al próximo pescador y ya putrefactas podrían espantar al mismísimo Drácula. Pero la cosa no solía terminar ahí, sino que también se cagaban entre los huecos de las rocas, firmando con heces un precioso cuadro. En definitiva, un magnífico bodegón apto únicamente para estómagos de hierro.
Pedro recordaba que muy pocas veces lograron convencer al resto del grupo para limpiar esa zona. Al final siempre algún padre, que intentaba dar buen ejemplo a sus hijos, ayudaba en dicha tarea. Afortunadamente parece que hoy hemos mejorado al respecto y nos hemos concienciado del deber de conservar el medio natural limpio y sin rastro del paso humano, aunque quizá la limpieza actual también se deba a la menor afluencia de gente en la playa. “¡Qué guarros podemos llegar a ser!”
Los chicos del grupo, ya un poco mayores, se acercaban a la zona para otros fines menos bienintencionados y así practicar deportes de riesgo, como lanzarse de las rocas desde una altura bastante considerable al mar. Intentaban demostrar a los demás de lo que eran capaces al tirarse de más altura que nadie o de la forma más osada, dando un aspecto de valentía que les proporcionara cierto prestigio en el grupo o impresionara a alguna chica. Otros simplemente buscaban diversión.
“¡Qué emoción, qué subidón de adrenalina se experimentaba en los momentos antes de tirarte de uno de los pisos!” Nadie sabía quién fue el primero en llamarlos así, pero habían denominado como pisos a ciertos estratos o niveles establecidos a alturas diferentes en el Roque. El primero era el acceso de la piedra al mar, casi a su altura a marea alta; el segundo, se elevaba varios metros en perpendicular a modo de pequeño acantilado y el tercero era la roca escarpada que se sobreponía al piso anterior.
En esa zona el agua tiene bastante profundidad y sólo se debía tener cuidado de no caer un poco ladeado y recibir un buen cachetón de la superficie marina, un “planchazo” que podía quedar marcado en rojo sobre la piel algunos minutos. Por esta razón el arte residía en caer lo más perpendicular posible. Sin embargo, el peligro estaba en caer desde el tercer piso sorteando la roca que inmediatamente te encontrabas tras el salto, por lo cual, tras tomar el suficiente impulso, la caída debía formar una parábola .
“Caer…” En ese momento un escalofrío le recorre todo el cuerpo cuando ve la montaña que crece tras el Roque.  Le ha venido a su mente la imagen de Ismael. Por un instante se queda paralizado. Él no acudirá a la cita de hoy con el resto de amigos, a él le es imposible. Decidió marcharse a un viaje sin retorno el día que acabó con su vida tirándose por el risco de la montaña.  
“¿Por qué lo hizo?... Ni idea”. Ismael nunca dejó una nota trágica con ideas románticas acerca de la vida y la muerte, con despedidas sentenciosas ni nada por el estilo. “Simplemente se arrojó una noche de asadero sin que nos diéramos cuenta. Nos extrañó que de repente no estuviera allí, ¿dónde se habría metido si hacía poco estaba riendo con nosotros?”.
“Seguramente se habría sentido un poco mal y se habría acercado a su casa”. Ismael sentía vergüenza de mostrar en público sus debilidades. Salir a desbandada debido a un malestar causado por el alcohol fue lo que todos creyeron más probable que hiciera, dado la alta cantidad de botellas vaciadas aquella noche.
Pero no fue así y a la mañana siguiente los pescadores encontraron su cuerpo sin vida sobre las rocas. “Nos enteramos a mediodía con resaca después de levantarnos… ése es un día difícil de olvidar”.
Cierto es que Ismael era un muchacho muy introvertido, y no era dado a dejar al descubierto sus sentimientos. Siempre daba una imagen de aparente dureza con la que intentaba disimular una falta de confianza en sí mismo.
            “¿Qué hace a las personas suicidarse? La gente a veces comenta que hay que ser muy valiente para acabar con tu propia vida, pero yo no lo veo así. ¿Qué valentía puede haber en ello? Ninguna…
Todos hemos pensado alguna vez qué pasaría si muriéramos de repente, o en cómo quisiéramos desaparecer y eludir los problemas. La muerte como solución final, entrando en el callejón sin salida, el del olvido de la propia memoria, en el eterno descanso de la lucha del día a día. Caer en estas ideas y llevarlas a cabo no es para mí ni valentía ni cobardía, sino desesperación, falta de tenacidad para manejar tu vida en un camino que te lleve al logro de tus metas, más allá de los obstáculos y los contratiempos.
            Si Ismael se suicidó no fue sino por ello, por la dejadez de no querer luchar por tener una vida mejor, superando las circunstancias y los pormenores que, por una razón u otra, atormentaban sus pensamientos. Sin embargo comprendo que no todas las personas tienen la suficiente fuerza para afrontar estos males y prefieren dejarse caer… Yo creo que precisamente, son esas personas las que necesitan nuestra ayuda, una ayuda que en nuestra juventud no supimos dar a Ismael como amigos suyos que éramos. Sólo le reportamos la juerga y los buenos momentos. Momentos que actuaron como una droga que le ayudaba a evadirse de sus problemas, los cuales no consiguió solucionar. Pasados los efectos del jolgorio, la nube que nublaba sus ideas y ensombrecía sus días seguía amenazante…
            Nunca podré quitarme la sensación de que todos fracasamos como amigos, o que no hicimos lo que realmente se le supone a un amigo de verdad… Me entristece demasiado.
Pero bueno, hoy será un día mejor, nos reuniremos todos de nuevo y recordaremos los buenos momentos vividos en esta playa, la playa de nuestra vida, la que nos acogía cada verano y se llenaba de nuestras fantasías y realidades. Hoy será un día feliz”.

domingo, 14 de abril de 2013

¡La Tercera la vencida!


Hoy día 14 de abril, día del aniversario de la II República, me parece más que pertinente la publicación de un texto en reivindicación de este modelo de Estado.

Nací el 24 de mayo de 1984 en el marco de la monarquía parlamentaria que aún conservamos en la actualidad. La Transición ya había tenido sus efectos, el 23F ya había sucedido y Felipe González ya era presidente del gobierno. Con ello quiero decir que, como todos los de mi generación, no me une ninguna experiencia ni sentimiento hacia los hechos que comúnmente se declaran justificadores de la presencia de Juan Carlos I en la jefatura del Estado.

Desde pequeños, nos han inculcado, sobre todo cada 6 de diciembre, los valores de la democracia y del marco constitucional en el que nos hayamos insertados. Nunca he podido encuadrar la pertinencia de un Rey en este modelo. Alguna vez he llegado a aceptar la idea de la existencia de una figura simbólica que dé unidad al país. Pero, ¿porqué tiene que ser una persona ajena a todo proceso democrático la que ostente ese cargo?

Su única legitimidad es la de pertenecer a un linaje con una tradición de 300 años. Un linaje repleto de reyes con escasa competencia, como los casos de Fernando VII, Isabel II o Alfonso XIII. Hoy se da la incongruencia de que, mientras nuestra Constitución habla de la igualdad de todos los españoles, mantiene en exclusiva a la familia de Borbón como símbolo. Y eso incluso cuando ni siquiera tienen origen español.

Debemos admitir que la II Restauración borbónica en España (llamada Transición) ha dado cierta estabilidad. Pero su anacronismo de base clama por su destitución en la sociedad  plural del siglo XXI donde nadie debería situarse por encima de otro en base a su sangre, sexo, procedencia, color de piel, o creencia religiosa.

Considero que cualquier persona de buen juicio apoyaría estas palabras. Sin embargo los fantasmas del pasado atemorizan todavía, sobre todo a las generaciones más longevas. Yo lo llamo cobardía. La presencia de un rey en nuestro Estado se me asemeja a la pluma que Dumbo llevaba como amuleto para volar. Dumbo un día la perdió y comprobó que podía volar igualmente. Podía hacerlo incluso mejor, consciente de sus posibilidades, con confianza y alejado de los temores que un día le afligían.

Por otro lado, se suele esgrimir en contra del modelo republicano que las dos experiencias precedentes fueron un fracaso. Sin embargo no debemos olvidar que las Repúblicas fueron constituidas como resultado de los fracasos todavía más estrepitosos de las monarquías que les precedieron y su fin estuvo marcado por un ataque a las mismas mediante el uso de la fuerza de modo antidemocrático.

En la actualidad asistimos a una gran crisis institucional que afecta tanto a la Casa Real como a la clase política. No es momento de mirar hacia otro lado y esperar a que se maquille el entuerto. Debemos exigir una ruptura con lo establecido y la refundación de nuestro modelo de Estado para todos seamos verdaderamente iguales en oportunidades y ante la ley. Para mi ese ideal sin ninguna duda es una República democrática. 

jueves, 3 de enero de 2013

De fines del mundo

El pasado 21 de diciembre sobrevivimos a un nuevo fin del mundo. El enésimo que la humanidad sobreviene.  Es impresionante comprobar que tras tanto revuelo causado en la espera de su llegada, todo acabe en la nada, y el olvido convierta en indiferencia colectiva lo que el día anterior producía incertidumbre y temor.

El caso de los mayas es si cabe más singular que otros. Y eso que tenemos un reciente precedente, el del año 2000, que creía que el cambio de dígitos en la fecha iba a crear el caos en todos nuestros aparatos eléctricos, como si el día, la hora o el año tuviera interferencia alguna en su funcionamiento.

Siempre los cambios de siglo han producido pavor, y si es de milenio, más todavía. Pero deberíamos tener presente que los calendarios son acuerdos fortuitos tomados en cierto momento de la historia para guiarnos en el paso de los días y estaciones. Hoy, todos aceptamos la hegemonía del calendario cristiano sin recordar la existencia de otros, como el musulmán o el chino.

Me parece asombroso que conociendo la diversidad de calendarios hayamos otorgado tanta relevancia al de un pueblo que sacrificaba a gente para que el sol saliera al día siguiente... Como si la sangre humana cambiara el orden de los astros. Tras tantas guerras y muertes perpetradas entre nosotros, el universo debería cambiar constantemente según nuestros caprichos. Sin embargo, parece seguir un ritmo muy regular ajeno a nuestra insignificancia animal...

Y es que a los humanos siempre nos ha gustado establecer relaciones de causa y efecto bastante estrambóticas. Como la de que si te quitas una cana te nacen cinco, olvidando el hecho de que a pesar de quitarse una seguimos envejeciendo de forma constante y sin vuelta atrás. O la de que si te masturbas te salen granos, sin darse cuenta que ambas cosas suelen aparecer en nuestras vidas más o menos a la vez con la explosión hormonal adolescente. O la de que si una embarazada no satisface un capricho, su bebe nacerá con una mancha de la forma del bien que no obtuvo... En fin, como si recordara todos los caprichos de nueve meses de embarazo. La verdad es que los humanos tenemos mucha imaginación, no hay más que ver lo que piensa la gente con el test de las manchas de Rorschach o los nombres que se da a las piedras como en la Ciudad Encantada de Cuenca.

martes, 25 de septiembre de 2012

Brochazos



I
carretera
lengua negra
lápida


II
trayecto pasivo
negativo que graba
efímero en la retina


III
revuelto en el asiento
burlo con un guiño
en mi urna al tiempo


IV
lengua compañera
que bordeas mi paseo
corre al ritmo que te marque


V
sinuoso el líquido
fluye calmo a sus costas
argentas valizas lo cercan
vigas frontales deshojadas


VI
Esponja pétrea con ramas
Tus escamas verdes brillan.


VII
paredón desafiante
sobresale y corona
un horizonte liso y duro


VIII
barriga al descubierto
cubierta de suave vello
jóvenes brotes de la llanura
que bailan con la brisa
en ligero tintineo.