Existió un tiempo en lo que lo exótico
y la excelencia del arte y la cultura se exhibía
con orgullo, acaparando el interés expandido
de la muchedumbre y de los medios masivos.
Lo ordinario se escondía
vergonzoso tras el zaguán,
cada uno dueño de su casa,
de sus tragedias y alegrías.
En nuestros días, donde la vida transcurre
de cara a pantallas con destellos luminosos,
se cuelga y airea cada detalle de pasillo,
dormitorio, retrete, trastienda, trastero.
Lo privado se comuniza,
quizá para probar y defender
que realmente tenemos una existencia
que merece la pena vivir, que nos pasa algo…
La vergüenza muere cada día con un click.
Los museos siguen cubriéndose de polvo.
10-4-2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario